La suerte de la rana
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Por Enrique Martínez y Morales
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Llegó la primavera y con ella los días más largos y cálidos. Los brotes comienzan a reverdecer los paisajes y los árboles de hoja caduca, esos que las pierden durante el otoño como el manzano y el durazno, empiezan a florear. El nogal, también miembro de este grupo, da señales de vida.
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Aunque en Coahuila y sus alrededores hubo algunos días de fríos intensos, en general el invierno fue menos severo de lo que solía ser. Y aunque aún quedan frentes fríos por llegar es poco probable que traigan heladas fuertes, como la que padecimos un abril hace 8 años, esa histórica que acabó con la producción manzanera de la sierra de Arteaga y afectó fuertemente la nogalera y vitivinícola de la región.
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A muchos seres humanos nos incomoda el frío, a una gran cantidad de plantas no. Al contrario, lo necesitan para desarrollarse.
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Cuando fui director de la Financiera Rural tuve una experiencia reveladora. Una empresa de renombre del del país, productora de uvas de mesa y con miles de hectáreas de cultivo presentó, inexplicablemente, una caída drástica en su producción de un año a otro, tan pronunciada que no le daba ni siquiera para cubrir los costos variables, ya no se diga sus compromisos financieros.
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Era evidente que la causa de la baja producción no había sido un huracán u otro meteoro de esa naturaleza, como alguna helada o granizada. Entonces, ¿qué fue? Las investigaciones siguieron. El riego y la fertilización habían seguido un calendario puntual, el mismo de siempre. Las fumigaciones de rigor se habían realizado sin contratiempo. Las plagas estuvieron siempre contenidas y los estudios descartaron la presencia de patógenos de alguna otra naturaleza.
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Al final del estudio el dictamen fue inapelable y demoledor: los viñedos no produjeron por falta de horas frío. Al ser algo tan imperceptible, nadie notó la situación ni previno la tragedia.
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Es como la fábula de la rana hervida. Si echamos al anfibio a una olla de agua hirviendo, éste saltará sin dudarlo y salvará la vida. Si lo ponemos en un recipiente con agua tibia y prendemos la estufa a fuego lento, no sentirá el cambio gradual de temperatura y ahí se quedará hasta morir hervido.
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El cambio climático es real y está ampliamente documentado. No solo está causando el deshielo de los polos y la sequía en los desiertos, también está afectando la producción alimenticia de gran variedad de cultivos y frutales.
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No podemos seguir contaminando indiscriminadamente sin esperar graves consecuencias. Debemos hacer conciencia y con nuestro ejemplo y actuar diario sumarnos a la cruzada por salvar al planeta. Si no, estaremos condenando a nuestros hijos a padecer la suerte de la rana.